Ser Cuentacuentos.
Están de celebración. Se paran a pensarlo y son ya cuatro, ¡cuatro! años los que llevan en pie. Sobreviviendo en tiempos difíciles para casi todo con nuestro pequeño rincón de historias. Todo pasa, todo se mueve. Pero cada martes, puedes contar con esa frase que pondrá a mil revoluciones tus neuronas en busca del relato perfecto.

Sólo una frase. Y derivará en aventuras, amor, terror, filosofía de la buena. Personajes secundarios, héroes desterrados. Hay sitio para todos.

Por eso siempre, siempre vuelvo. Porque pueden pasar meses, pueden crecer telarañas en las teclas con las que se escribe. Siempre puedes volver y rellenar con palabras todo aquello que quieres decir, que necesitas contar.

Ficción y realidad entremezcladas. Un Señor de las Historias intentando poner orden a la panda de Cuentacuentos sin ley que, cada semana o, a veces, cada equis meses ( entonando el mea culpa), se sientan delante de un folio en blanco y comienzan a imaginar y describir.

Y detrás, cada uno de vosotros, cuentacuentos, alimentando con la misma ilusión de siempre al retoño que cumple cuatro años. Siempre es un placer echar un rato. Contarnos aventuras y sueños. Jugar a los cuentos.

Mj
Nadie como tú
Llevo días pensando que ésta es, probablemente, la canción más triste del mundo.

Every morning there's a halo hanging


Todas las mañanas del mundo le miraban con sus ojos. No importaba donde estuviera, con quién se cruzara. Enfrente, en los ojos de los demás, estaban aquellos otros que un día le miraban fijamente, como si no existiera nada alrededor.

Sólo ocurría por las mañanas. Sólo la primera mirada que se cruzaba con la suya. En el banco, en un parque, en aquel tipo oscuro que intentaba venderle pañuelos en el semáforo de la calle Mayor.

A veces eran marrones, otras azules. La mayoría de las veces, las mañanas y los ojos a los que se enfrentaba eran de colores.

Tras meses de extrañeza por aquel curioso asunto, decidió dejarse llevar. Mantenía coversaciones con los dueños de aquellos ojos que no sabían que sus miradas habían sido suplantadas por otra, que se asomaba a todas las mañanas del mundo en busca de las suyas.
Empezó por un tímido "Buenos días" al gorrilla del aparcamiento, que respondió con un insulto entre dientes a la calderilla que le dejaba aquel loco que sonreía.Un día se atrevió con el " te echo de menos" que le llevaba quemando meses: la barrendera no supo que contestar y buscó una cámara oculta.
Cada vez se fue atreviendo con frases más elaboradas, consiguiendo respuestas de todo tipo de aquellos interlocutores que ignoraban cómo seguir con su diálogo.
Viajó y, en distintos idiomas, en este nuestro mundo lleno de mañanas, seguía departiendo con aquella primera mirada que se cruzaba, como si fuera la suya. Como quien cambia de vidas, de rutinas y sigue pidiendo el mismo café ( leche fría y dos de azúcar, por favor) allí donde se para.

Y un día, ocurrió.

Aquella mirada que se cruzaba todas las mañanas del mundo, en todo un mundo de mañanas, coincidió, punto por punto con la mirada original. El color, la temperatura, el sonido, las severas líneas negras que salían de la pupila como rayos en la tormenta, rasgando un iris que escondía más de lo que decía.

Era ella, sin duda.

Y, aquella mirada, le resultó desconocida. No tenía nada que decir, por primera vez. Cerró los ojos, contó hasta tres. Siguió caminando. Contó hasta diez. Los abrió. Un niño con cara de haberse olvidado los deberes encima de la mesa de la cocina le observó tras las legañas de las mañanas de colegio. Aquel señor parecía contento de verle, como quien se reencuentra con un viejo amigo. Le miró desde arriba, le sonrió y, mirándole fijamente a los ojos, empezó a contarle qué había soñado la noche anterior, como si llevara toda la vida haciéndolo.


Mj

Esto y más, en Cuentacuentos
Half the world away

Nadie sabe en qué noche de octubre solitario ocurrió aquello.

¿Llovía?Llovía, sí. Hay ciertas cosas que sólo pueden pasar si llueve. Las calles del pueblo estaban vacías, así que en realidad no había testigos.
Hay quien dice que escuchó risas y pasos apresurados. Hay quien defiende que aquello pasó en el más absoluto de los silencios( pero, recordemos, llovía, así que es ese silencio ruidoso que sirve a veces de nana para dormir en las noches de lluvia).

El caso es que alguien movido quizá por corrientes de agua subterráneas que se cruzaron en ese momento bajo sus pies, se despertó y notó algo extraño.

La luz no era la misma.

La persiana llevaba meses rota, esperando una tarde de ocio de su dueño o un milagro para ser arreglada. Siempre se colaba luz de noche, la luz de las farolas alumbraba su dormitorio para recordarle una y otra vez que debía arreglarla. Pero esa noche, el recuerdo era más...tenue.
Sin saber si había empezado a perder la vista, se asomó al balcón. Y sus ojos, sanos, se abrieron de par en par.

Las farolas. Faltaban la mitad de las farolas de la calle. No había rastro de vandalismo. Sólo el hueco. Como si nunca hubieran existido.

A la mañana siguiente, en el pueblo no se hablaba de otra cosa. Por cada hueco de la farola, habia tres personas mirando fijamente, como si pudieran conjurar farolas de tanto mirar. Pero no.

Esa noche, a través de la persiana rota, dos ojos se clavan en la farola de enfrente, esperando que se apague. Pero ahí sigue, muda. Él la oye reirse. O eso cree. Tiene sueño. Se duerme y cuando despierta, ha amanecido.

Sale a la calle. Increíble. La mitad de los árboles que adornaban las aceras del pequeño pueblo, han desaparecido. No hay rastro de raíces, de hojas en el suelo. Sólo huecos. Más huecos. Y de nuevo reunión vecinal alrededor de huecos vacíos. Hablar del tema hace los huecos incluso más grandes.

Esa noche, sale a la calle, con una mezcla de intriga y emoción. Pasea por el pueblo cuando todos duermen o lo fingen. No sabe si llevar algo para defenderse. No sabe nada. Comienza a llover. Gira sobre sí mismo en busca de movimiento, de ruido, pero no ve nada, no oye nada. Sólo la tenue luz de la mitad de las farolas. El leve ulular de la mitad de los árboles.

Y quiere volver a casa. Pero no está. Su persiana rota ha dado lugar a un hueco. Vuelve a girar sobre sí mismo. La mitad de las casas. Huecos.

A la mañana siguiente, la mitad de los vecinos, en silencio, no pueden parar de mirar la mitad de los huecos. Y esa noche, todos esperan la lluvia en la plaza.

Y a las 2, el reloj sólo da una campanada. Viene la lluvia. cesa, mitad los del , atónitos, como vecinos han huecos. entonces, vez lluvia. hay .



Mj( foto del genial Chema Madoz)

Esto y más en Cuentacuentos
Words don't come easy

Las palabras llegaron, como si tal cosa, cuando dejó de buscarlas. Tras semanas preocupada persiguiendo al bebé para que repitiera dos veces la misma sílaba, "ma-má", la madre, perdida entre libros de padres primerizos, se encontró a su retoño mirándola con una sonrisa de oreja a oreja, llenando de aire sus pulmones, tensando las cuerdas vocales, con sus pequeños ojos abiertos de par en par.
Ella contuvo la respiración.

Y entonces el niño habló...


- Australopithecus.


Mj


Esto y más en Cuentacuentos ( como siempre, como nunca :) )
Only when I sleep
Nominada por Marcos :) :

1. 5 personas distintas con las que hayas dormido y sensaciones:

Para mantener el anonimato de los susodichos, los llamaremos A, B, C, D y E. Con A el insomnio no existía. Recuerdo las veces en que pedía una nana y sólo por el hecho de retraerme a mi infancia en busca de una, me quedaba frita. Y su olor. B implicaba el miedo a acabar en el suelo o estampada contra la pared; cuantisimo movimiento, qué de patadas. C era el cansancio de las noches de sábado en las que duermes en casa ajena un par de horas para volver a la tuya con gafas de sol. D eran las noches de verano de mi infancia: en un apartamento en la playa, en las camas del mueble del salón, meternos con cualquiera que se pusiera a hablar cerca de donde estábamos, discutir hasta quedarnos dormidas. Y espero aún las noches con E.


2. Postura en la que duermes:

Sobre el lado derecho, abrazada a la almohada. Incluso en el hospital duermo así.

3. Algún hábito a la hora de irte a dormir:

Cerrar la puerta de la habitación en la que esté. Respirar profundamente, sólo una vez. Y cerciorarme de que he puesto el despertador.

4. Lo primero que haces al despertar:

Mirar qué hora es y parar el despertador cantando la estrofa que falta: " tú no estás y no hay café, es hermoso existir". Acto seguido, pongo música :)

5. ¿Te gusta dormir siesta?

No concibo una vida sin ella. Lo mismo 20 min que 4 horas, dependiendo del día que haya tenido.

6. Qué te viene a la cabeza si te digo:

- Arena: Portugal
- Noche: Bailar
- Aire: Balcón
- Terror: Supervivencia
- Dinero: Trabajo

7. ¿Tienes relación con tus amigos de la escuela primaria?

Sólo con uno.

8. Tu mejor remedio para el dolor de cabeza:

Ibuprofeno + Muse

9. Qué canción te trae buenos recuerdos:

Mismamente...




Nomino, no sé: a Brian, a W., a Paula.
Fall at your feet

Se cayó.

Quizá, estadísticamente, no era sorprendente. Día tras día asomándose al mismo acantilado, con la mirada fija en el infinito. Con el suelo húmedo es difícil mantener el equilibrio siempre. Sobre todo cuando se trata de mantener el interno y el externo.

Mientras caía, con una punzada en el pecho por lo irónico del asunto, extendió los brazos y abrió los ojos. Quería abarcar toda la inmensidad de su mala suerte y dejar que el agua, cuando tocara la superficie, le cubriera por completo. Que no quedase una parte seca. Y los ojos, porque quería verlo todo. Secos ya no estaban. Cruelmente habían anticipado la humedad, porque cuando cayó, lloraba. Como lloraba cada día. Siempre fueron él y sus lágrimas. Hoy se les unió el azar.¿El destino?.La ironía.

Intentó escuchar, recordando que alguna vez bromeó con qué canción quería que sonara al morir. No eran precisamente armónicos los sonidos que le llegaban. Pero, al menos, había dejado de escuchar su propia voz lamentándose, repitiendo una y otra vez las mismas letanías, las que le arrastraban hacia allí cada día. Su propia voz, en un momento tan crucial, se había amedrentado. No tenía ni ganas de gritar. Para qué. No sería capaz de amortiguar el golpe a base de gritos. Rio, eso sí. Quizá tampoco amortiguaría, pero al menos calmaba la punzada del pecho.

Estiró un poco más los dedos. Cogió aire para poder seguir riendo, a pleno pulmón.

Vio, desde su nueva perspectiva ( un poco más horizontal que antes) el mundo que le rodeaba. Admiró formas y colores en un espacio tan reducido como aquel. Distintas clases de aves que le sobrevolaban y peces que nadaban por debajo suya ajenos a la que se les venía encima. Humanos que de haberle visto, habrían meneado la cabeza en un "era de esperar".

Se cayó. Y con los ojos y los brazos abiertos, se dio cuenta de que, por primera vez en mucho tiempo...había dejado de echar de menos.

Mj


Esto y más, como siempre, en Cuentacuentos